martes, octubre 8

Dengue sin freno: crónica de un récord anunciado y el municipio del norte del GBA asfixiado de mosquitos

El país batió la marca histórica de casos cuatro meses antes que el año pasado, que hasta ahora tenía la mayor cifra. Ocurre mientras faltan acciones de concientización y limpieza, y una definición clave sobre la vacuna. La crisis sanitaria será tema excluyente este lunes en la primera reunión del Cofesa desde que asumió Milei.

El déficit de intensidad durante todo el año de campañas de prevención contra la proliferación del mosquito transmisor del dengue ha determinado que ya a esta prematura altura de 2024 se haya batido el récord histórico nacional de casos. Con una salvedad: la marca anterior, de 2023, recién había sobrepasado los 130 mil contagios recién a mitad de año.


Hoy, la cifra supera aquel número ahora añorado -al cierre de esta nota restaba conocer la cantidad exacta e inédita de contagios- y es una incógnita hasta dónde podrá trepar la curva en la presente temporada. Las lluvias frecuentes y abundantes no han hecho más que propiciar la reproducción del Aedes aegypti en ámbitos domiciliarios, sobre todo allí donde los niveles de informalidad urbana sobrepasan la acción del Estado.


Si bien hay una vacuna disponible, aprobada por la ANMAT en abril de 2023, la mayor parte de la población susceptible de cuadros graves hoy no tiene acceso porque el precio supera los 70 mil pesos por dosis y el esquema completo consta de dos. Según datos de Takeda, el laboratorio que la produce, hasta ahora se han aplicado entre 250 mil y 300 mil vacunas.


El Estado -ya sea nacional, provincial o municipal- no ha hecho suficiente en el territorio de manera activa o persuasiva para lograr algo que a priori parece sencillo: dar vuelta los recipientes. Ese simple giro de 180 grados en todos o la mayoría de los reservorios domésticos de agua probablemente hubiera significado la diferencia entre una epidemia de dengue sin precedentes como la actual y otra inofensiva del montón.


A ese descuido se suma el hecho de que desde el pedestal cotidiano del Gobierno nacional no se pierda oportunidad para echar tierra a una vacuna que cuenta con el visto bueno de las autoridades sanitarias argentinas, lo que no sólo margina el medicamento como herramienta de salud pública, sino que a la vez puede sembrar dudas en aquellos que tienen el dinero para enfrentar el gasto de manera privada.


En ese marco resulta llamativo, también, el extenso silencio sostenido por la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn), que tiene a su cargo la responsabilidad de ofrecerle al Gobierno una hoja de ruta sobre los eventuales beneficios o perjuicios que pueda significar la utilización de la vacuna.


Este lunes, a más de cien días de la asunción de Javier Milei como Presidente, el ministro de Salud de la Nación, Mario Russo, encabezará la primera reunión del Consejo Federal de Salud (Cofesa). Obviamente, el dengue será tema excluyente en el encuentro que volverá a reunir -tras un paréntesis de casi cuatro meses- a todos los ministros de Salud del país. El encuentro será en el Centro Cultural Kirchner.


Mientras la implacable burocracia le saca varios cuerpos de ventaja a la salud de la población, las vulnerabilidades potenciadas por el deterioro socioeconómico se traducen en embates a la calidad de vida que implican más casos de dengue y, en el peor de los caos, más muertes. Sólo en la provincia de Buenos Aires el virus ha provocado ya 25 decesos.


El municipio del GBA asfixiado de dengue


A 40 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, antes de Pilar, está el municipio que actualmente se ha convertido en la capital bonaerense del Aedes aegypti. José C. Paz tiene 326.922 habitantes y 3.323 casos de dengue, lo que lo convierte por lejos en la zona del Conurbano con mayor densidad de casos: 1.043,77 cada 100 mil habitantes.


Para tener una idea de lo que eso implica, hoy en Pilar hay sólo 118,86 casos cada 100 mil habitantes. Es decir que la densidad de mosquitos es casi 9 veces menor que en el municipio vecino. Otros ejemplos vuelven el contraste aún mayor: en Escobar hay apenas 53,73 casos cada 100 mil habitantes. Y en otras comunas menos urbanizadas -ya no comparables- el contraste puede ser mayor aún.


De todos modos, en la zona más poblada del GBA el promedio de contagios por comuna es sensiblemente menor al que muestra José C. Paz. Los que más se acercan son San Miguel, con un índice de 686,03, y San Isidro, con 535,94. Más abajo aparecen General San Martín (431,42) y luego dos municipios del sur: Lomas de Zamora (404,28) y Avellaneda (320,96).


Ese índice es el que más preocupa -y no tanto el número de casos totales- porque muestra la mayor probabilidad de transmisión del mosquito. Es decir, de que pique a alguien infectado y transmita la enfermedad a otra persona, lo que habla de la velocidad con la que puede crecer la epidemia. Tanto es así, que el brote en José C. Paz recién se declaró en la semana 7 del año -en muchas otras zonas ocurrió en la semana 4-, pero la disparada posterior superó al resto.


Dicho índice también da cuenta del nivel de estrés que puede llegar a tener el sistema sanitario de cada localidad, en función de la cantidad de habitantes para la que ha sido diseñado. Eso se traduce en el mayor o menor tiempo de espera en las guardias hospitalarias y, también, en la capacidad de atención en internación.
No hay infectólogo o climatólogo que no coincida en el pronóstico de que el dengue, sin solución de continuidad, ha barrido de un plumazo los años epidemiológicos de bonanza cedidos al país, para instalarse a gusto definitivamente. Las flamantes autoridades, a veces propensas a la ironía y la descalificación de la gestión ajena, tienen la oportunidad de dejar de esputar hacia el norte y concentrarse en el drama.