Oscar Rinaldi vive con su marido y sus tres hijos en el Chateau de Belebat, una imponente edificación de principios del siglo XVI que estaba deshabitada desde hacía 20 años tras un incendio. Fotos del antes y el después de la remodelación
Oscar Rinaldi, un correntino nacido en la ciudad de Goya, jamás imaginó que terminaría viviendo en un majestuoso castillo del siglo XVI, y mucho menos en Francia. Si 10 años atrás alguien le preguntaba cuál era su sueño, él lo sabía perfectamente: formar una familia numerosa. Y eso no solo lo concretó, sino que hoy también está al frente de un millonario y ambicioso proyecto inmobiliario que lo mantiene tan ocupado como la crianza de sus tres hijos.
Ellos son Roman, Leighton y James, tres hermanos ingleses que fueron adoptados en 2016 por Oscar y su marido, Jeffrey Zeidman, justo después de embarcarse en esta aventura.
Abandonar el confort y el estilo de vida cosmopolita de Londres -donde se instaló inicialmente luego de emigrar- para mudarse al campo nunca fue una de sus prioridades. Sin bien había hablado sobre la posibilidad de comprar alguna cabaña para pasar los fines de semana o rentarla de manera temporaria, siempre lo veía como algo lejano. Sin embargo, un viaje a la ciudad francesa de Estrasburgo, en agosto de 2015, para pasar unas vacaciones de verano fue determinante para que cambiara de opinión.
“Íbamos por la ruta y veíamos muchas casitas sobre las colinas, súper pintorescas, que estaban en venta. Por curiosidad preguntamos cuánto valían y descubrimos que eran bastante accesibles porque estaban abandonadas y lejos del pueblo. Había muchas que estaban prácticamente destruidas y sus dueños se las querían sacar de encima”, relató Oscar al admitir cómo surgió el interés de invertir en otro país.
“Nos entusiasmamos con la idea de instalarnos en Francia cuando nos jubiláramos o tener un lugar para ir de paseos con los chicos. También pensábamos en comprar una casa, arreglarla y alquilarla para tener una renta cuando no la usáramos. Ese era el plan inicial”, enfatizó.
Mientras esperaban novedades de la adopción, volvieron a Francia en tres oportunidades para ver propiedades. “Teníamos 15 casas para visitar. Pero todas eran chiquitas, en el medio de la nada, y nos parecían un espanto. Además, al estar deshabitadas tenían mucha humedad”, detalló.
Al observar sus caras de decepción, el agente inmobiliario los miró a los ojos y les dijo: “Les voy a mostrar algo que está fuera del presupuesto que me pasaron. Es un castillo”.
El principal inconveniente es que tenían que pedir una hipoteca y no conseguían la aprobación de ningún banco. “En Francia nos aclararon que era un riesgo muy grande para ellos porque todos los extranjeros vienen con la fantasía de comprar un inmueble así pero después se vuelve impagable”, recordó. “Y en Londres, cuando fuimos con el mismo business plan, nos explicaron que no daban créditos para comprar casas en el extranjero”, agregó.
A fines de 2015, cuando ya se habían resignado, a Oscar le llegó un mail con otro castillo que estaba a la venta. “Vi que lo ofrecían tres inmobiliarias con tres valores distintos. Había unos 100 mil euros de diferencia entre precio y precio. Teníamos margen para negociar así que se lo volví a plantear a mi marido, que ya no quería saber nada”, remarcó.
Se trataba del Chateau de Belebat, construido sobre un campo de 15 hectáreas y que contaba con varias dependencias de servicio alrededor de la edificación principal. “En esas construcciones funcionaban los establos, la panadería, la carnicería, la iglesia y los galpones de almacenamiento. La casa principal, con 450 metros cuadrados cubiertos y distribuida en 3 pisos, estaba completamente destruida porque en 2003 había sufrido un incendio. No había electricidad, ni agua, ni gas, ni tanque séptico”, contó Oscar.
Además, durante todos los años que había estado abandonada la gente aprovechó para saquearlo: “Se habían robado los muebles, las aberturas y hasta los caños de agua. Era un desastre y había que ponerle mucho dinero encima para hacerla habitable”.
Ese panorama los había decepcionado bastante, pero antes de descartar la compra por completo decidieron ir a verlo personalmente, en enero de 2016. Chateau de Belebat era uno de los mil castillos que emergían en las inmediaciones de Chinon, en el Valle del Loira. “Nosotros lo habíamos visto por Google Maps pero todo cobró otra dimensión cuando lo vimos en su escala verdadera. Era imponente, un castillo de ensueño.Mi marido quedó tan fascinado como yo”, describió Oscar.
El castillo lo compraron por 460 mil euros, la mitad de lo que estaba publicado. El apuro del dueño por vender la propiedad les jugó a favor y usaron finalmente los ahorros que tenían en el banco, sin la necesidad de una hipoteca.
Además de la remodelación de la casa principal, el master plan contempla transformar las edificaciones anexas en 11 “Petit Chateau”, o residencias de lujo, para alquilar de manera temporaria. Por el momento solo terminaron cuatro y hay otra en construcción.
“Con el dinero que sacamos de esa rentas, ahora estamos abocados de lleno a la casa principal, que ya tiene habitable dos cuartos, un baño, la cocina, el comedor diario, el living, la biblioteca y un salón de recepciones”, graficó Oscar, que también aprovechará el verano europeo para ocuparse del jardín ya que “está muy silvestre”.
Las “Petit Chateau” cuestan 150 euros la noche y se alquilan por dos noches como mínimo. Cada hospedaje ofrece dos dormitorios, living comedor, cocina y baño en ambiente muy luminoso que mezcla los amenities de lujo con la rusticidad del campo.
“El precio es accesible porque necesitamos tenerlas ocupadas la mayor cantidad de tiempo posible para poder terminar la obra”, dijo el argentino, quien admitió que este año bajó bastante el turismo respecto a 2023. “Pasamos de una ocupación anual del 53% al 20%”, especificó. Y en lo que respecta a la temporada veraniega, mermó del 90% al 60%. Oscar lo atribuye a que “ya pasó el furor de viajar después del COVID y a la crisis económica que se vive en Europa”.
El sueño de una familia numerosa, cumplida
A Oscar y Jeffrey les confirmaron que la adopción de los tres hermanitos había sido aprobada unos meses después de comprar el castillo; así que decidieron apurar la remodelación para mudarse a un hogar más espacioso. El desembarco en el Chateau de Belebat se produjo a principios de 2018, cuando los pequeños tenían 1, 2 y 3 años.
A pesar de que fue un cambio muy abrupto y aún queda mucho por hacer, no se arrepienten. “Siempre digo que no compramos una casa, compramos otro estilo de vida”, explica Oscar sobre esa decisión.
El deseo de formar una familia numerosa fue algo que lo charlaron desde el principio, cuando decidieron casarse. Jeff quería alquilar un vientre, pero Oscar lo terminó convenciendo de adoptar. “Acordamos que yo sería el amo de casa y Jeff el sostén económico”, recordó el argentino, quien tuvo que cerrar su fábrica de corbatas para dedicarse de lleno a la paternidad.
Antes de dedicarse a la sastrería, en 2011, Oscar había estudiado arquitectura en la UBA y luego diseño de modas en el London College of Fashion. El arribo de Oscar a la capital inglesa se produjo en 2008 luego de conocer a Jeff en Buenos Aires y casarse con él en Estados Unidos, donde ya estaba permitido el casamiento igualitario.
Cuando se mudaron al castillo, el mayor de los niños apenas sabía hablar inglés y ya lo estaban introduciendo a otro idioma. “Además, veníamos de nuestra casa en Londres, que era toda inmaculada y confortable; a un lugar lleno de piedras, con todas las ventanas rotas, sin calefacción ni baño”, recordó sobre las primeras complicaciones que tuvieron que afrontar.
“Este proyecto va a tardar años en terminarse. Calculamos que unos 7 u 8 años porque se necesita muchísima plata y tiempo. Pero no nos arrepentimos y vivimos todos los días como si fuera domingo. Siempre juntos y disfrutando de la hermosa familia que formamos”, concluyó Oscar completamente orgulloso de sus logros personales y profesionales.